sábado, 28 de junio de 2008

Impresiones rusas (nº3 y última): momentos sanpetersburgueses

Tras esta larga pausa, vuelvo a la carga para acabar de contaros el viaje a Rusia. Estas últimas dos semanas no he tenido tiempo para sentarme tranquilamente a escribir. Entre que tuve visita, que estuve en Grenoble un fin de semana y que estamos en la recta final del semestre, el día debería de tener 40 horas para que me diese tiempo a hacer todo lo que quiero.


Espectáculo folklórico que nos encontramos por casualidad
en San Petersburgo.
He de decir que no hay nada más soso que un baile tradicional ruso.



Tras pasar medio día en el Hermitage, mi madre y yo aprovechamos el tiempo magnífico que hacía para andar por todo el centro de San Petersburgo. He de decir que el adjetivo "moscovita" en cuanto a tamaño se refiere, también se puede aplicar a San Petersburgo. La ciudad fue fundada en 1703 por el zar Pedro el Grande, que decidió construir una nueva capital que estuviera al borde del mar y que pudiese rivalizar en belleza con cualquier capital europea. Es lo que tiene ser zar, que te puedes levantar un día y decir: "Pues voy a construirme una ciudad". Así que San Petersburgo es puro neoclásico y barroco, que es lo que se llevaba durante el siglo XVIII y XIX, y pretende además ser "la Amsterdam del Norte": Pedro el Grande decidió construir toda una serie de canales que pasasen por el centro de la ciudad.

El resultado es algo raro, porque es cierto que todos los edificios y palacios del centro son magníficos (claro, cuando el zar se trasladó, toda la corte tuvo que construirse una nueva residencia en San Petersburgo), que hay muchos canales... pero da un poco la impresión de decorado. En realidad, eso es lo que me pasó con el viaje a Rusia en general: el patrimonio es impresionante, pero te deja un poco frío. No es como te pasa con Berlín u otras ciudades, que te dan ganas de pasear sin fin por sus calles, de vivir el ambiente...

Bueno, os pongo algunas fotos.

Esta es la Catedral de Nuestra Señora de Kazán. Fue muy bonito, porque fuimos a verla en domingo y había misa. Y las misas de allí son tan diferentes a las que nosotros conocemos, que resulta muy curioso y a la vez muy bonito. Las misas son cantadas, huele muchísimo a incienso, los sacerdotes son barbudos y van vestidos de dorado...





Mi mamá con la fortaleza de Pedro y Pablo al fondo. La fortaleza era el núcleo original de San Petersburgo, pero luego los zares decidieron empezar a construir sus palacios en la otra orilla.




Yo con el Hermitage al fondo. El edificio verde de la derecha es el Palacio de Invierno, y el que se ve (un poco) a la izquierda es el palacio que la zarina Catalina la Grande mandó construir para guardar su colección de arte.




Esta es la plaza del Palacio de Invierno. La foto está tomada desde una de las salas de lo que hoy es el museo del Hermitage. En el centro, la columna de Alejandro.



La catedral de San Isaac.







Y aquí vienen varias fotos de lo que más me gustó de San Petersburgo: la Iglesia del Salvador de la Sangre Derramada, también conocida como Iglesia de la Resurrección de Cristo. Tiene ese nombre tan curioso y rimbombante porque fue construida como homenaje al Zar Alejandro II, que fue mortalmente herido en el lugar en el que hoy se levanta la iglesia. Fue acabada de construir en 1903, y tanto el exterior como el interior es increíble:





Aunque en las fotos parezcan pinturas, en realidad todo el interior es mosaico increíblemente bien hecho y que cubre hasta el último centímetro cuadrado de la iglesia. A nosotras nos dejó con la boca abierta, literalmente.





Así es el centro de San Petersburgo: canales anchísimos y fachadas neoclásicas pintadas en colores pastel.



Algunas fotos de San Petersburgo al anochecer. Por cierto, que empezaba a oscurecer a las once (de la noche, evidentemente). Era increíble.



Y por último, como gran patriota española que soy, dos muestras de hasta qué punto la cultura española va más allá de nuestras fronteras:

Libro sobre Pedro Almodóvar en la vitrina de una librería.



Cartel de un concierto de Julio Iglesias (!) en pleno centro.



La tarde del último día nos fuimos a Peterhof, que es, para entendernos, como Versailles para París o Potsdam para Berlín: la residencia "de descanso" de los zares y zarinas.

Fue divertido porque llegamos en medio de lo que debía de ser las fiestas del pueblo, porque nos encontramos con un desfile de muñecos hinchables enormes y de gente disfrazada.

Aquí tenéis una ballena con el palacio de Peterhof al fondo:



Y la foto típica (es de esos sitios en los que tienes que hacer cola para hacerte la foto): la gran fuente en cascada (en realidad la fuente está tan lejos que ni se ve, la verdad) y el palacio al fondo.



Lo más bonito de Peterhof, aparte de los jardines, es que da al mar, y leímos que en los días claros se ve Finlandia. Nosotras no tuvimos esa suerte, pero aún así era muy bonito:


Vista de los jardines con palacete:



Y para acabar, otra iglesia-merengue. No estaba en Peterhof, pero sí en el pueblo que está al lado, y era también preciosa.

Bueno, pues ese fue nuestro viaje a Rusia.
Espero que os haya gustado.

1 comentario:

Iván Payá dijo...

Pues Julito se retiró a medio concierto, que le dio un mal en la patata cardíaca, por lo visto. Pobret, si es que está ya mayor.

Del viaje no comento nada, que ya me he pronunciado varias veces sobre él y la insana envidia que me produce.

Übersetz, übersetz, übersetz...

¿Quién te tiene así de esclavizada, hija? Dímelo y le parto la cara...

Besos.