viernes, 22 de agosto de 2008

Balkanbeats

Las fiestas de música balcánica son de lo más divertido que tiene Berlín. No paras de bailar, hay un buen ambiente impresionante, la música es genial... y provoca adicción. Como le ha pasado a mi amiga Gaby (ah, meine kleine liebe Gaby...), que adora estas fiestas. Así que le dedico esta entrada a ella, que dentro de nada se me va de Berlín (aunque espero que por poco tiempo), por las veces que hemos bailado, cantado a voz en grito y saltado con la canción cuyo vídeo os pongo a continuación.



Por cierto, que el cantante es berlinés.
Que ustedes lo disfruten. A bailar.


lunes, 18 de agosto de 2008

Risotto



Tres italianos jóvenes. Camisa, repeinados. Veintibastantes. Se conocen desde la facultad y tienen por costumbre irse de viaje juntos algunos días cada verano. Antes eran cuatro los que se iban de vacaciones, pero el otro se echó novia.

Vamos, digo yo.

En todo caso, eran tres italianos jóvenes, llevaban camisa y estaban repeinados.

Se sientan en la barra (mi dominio personal) y tras unas cuantas frases en inglés yo les hablo en castellano y ellos en italiano, resulta mucho más práctico. Piden sangría y paella.

Personalmente, cada vez que alguien pide en el restaurante paella, se me encoje el corazón. Si son españoles, se lo desaconsejo amablemente. Otra camarera, también de Valencia, dice cada vez que saca una paella a la mesa: "Si la meua mare ho vera..." Pero no hay que ser de Valencia para reconocer que lo que hacen en el restaurante tiene de paella únicamente el nombre: la hacen en olla, está bien especiadita (no me preguntéis con qué), lleva caldito, pollo y marisco, y la sirven en una mini-paella con todo el arroz amontonado. Es descorazonador.

Pero volvamos a nuestros italianos. En este caso no me atrevo a decirles la verdad sobre esa comida que aparece en la carta como "Paella tradicional". Así que piden tres raciones y, mientras esperan, comentan en voz baja la pinta de las tapas que están en el mostrador.

Pasa media hora (entretanto les he convencido para que se pidan una tapita de ensalada de marisco para matar el tiempo) y sale la paella de cocina.

Se la pongo encima de la barra y los tres ponen los ojos como platos. No saben qué hacer, qué decir. Evidentemente, no es lo que se esperaban. Uno mira a los otros dos, junta los cinco dedos de su mano derecha, los agita delante de la cara y exclama: "Ma... questo es risotto!"

Y yo me tuve que girar para que no se me notase que me estaba partiendo de risa.

sábado, 16 de agosto de 2008

Como en España, en ningún sitio.


Dos españoles sentados en la barra del restaurante. Parecen hombres de negocios que han venido a Berlín a cerrar algún trato, pero es 15 de agosto. Quizá sean sufridos maridos que descansan mientras sus mujeres están de shopping en las tiendas más in del este de Berlín.

Los dos me dan conversación mientras apilo platos con servilletas. Un plato, una servilleta, un plato, una servilleta, un plato, una servilleta. Un plato, una servilleta. Fascinante.

-Hay que ver, cuánta gente hay en este bar, ¿no?
-Sí, la verdad es que sí. [Sonrío mientras me concentro en las servilletas.]
-Qué bonito han dejado el Este de Berlín, ¿verdad? Hay que ver, todo tan limpio, tan nuevo. No como antes.
-Mmm, sí, es verdad.
[Aquí ambos clientes dejan de caerme simpáticos. Menudo comentario chorra.]
-Pues hemos visto el bar y nos hemos dicho: "Vamos a ver qué tal".
-Claro, qué bien. [Aquí dejo de intervenir en la conversación y los clientes, ante mi dedicación a la tarea de apilar platos con servilletas, deciden seguir hablando entre ellos.]
-No me extraña que el bar esté tan lleno, la verdad. Con lo buena que está la comida española.
-Y lo hartos que tienen que estar los alemanes de salchichas y chucrut. Todo el día salchichas y chucrut.
-Claro, es que no comen nada más, ¿eh?
-Por eso vendrán aquí. Es que esto no lo pueden encontrar en otro sitio, aquí tienen un montón de variedad de comida. Y por eso a los alemanes les gusta tanto todo lo español. Y es verdad, ¿eh? Hay que ver cómo les gusta España.
-Normal. Donde esté la comida española, que se quite lo demás.


Pues eso: que los alemanes sólo comen salchichas y que, como en España, en ningún sitio.


jueves, 14 de agosto de 2008

Una querencia


Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay, querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia,
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.




Miguel Hernández

lunes, 11 de agosto de 2008

Berlín en verano

Berlín en verano.

El río Spree, el que cruza Berlín, conoce su momento de gloria. Bares con hamacas, arena traída del desierto, sombrillas a rayas y clientes tomando caipirinhas. Barcos varados, desiertos en invierno y que durante los tres meses de calor tienen la cubierta repleta de gente charlando y disfrutando de la puesta de sol urbana, con torre de televisión y ayuntamiento rojo de fondo.





Piscinas en medio del río. Decenas de berlineses (de nacimiento o de corazón) se remojan, se dejan ver y son vistos.




Excursiones a los lagos que rodean Berlín, tras tomar el S-Bahn a reventar de familias y parejas con el bañador puesto y la neverita portátil llena de cerveza. Bañarse en agua dulce, paisaje boscoso a la vista.




Barbacoas en los parques públicos los domingos, familias turcas de veinte miembros asando un cordero entero, rubias haciendo top-less, adolescentes que plantan una red de voléibol, estudiantes con sándwiches y cajas de doce cervezas.


Paseos en bicicleta. Disfrutar de la ciudad.



Turistas perdidos mirando el mapa y cámara de fotos colgando del cuello, mujeres, hombres y niños haciendo cola para comprar un helado italiano casero en la esquina de mi casa.


Así es el verano en Berlín.

jueves, 7 de agosto de 2008

Percance doméstico



Se me ha descuajeringado* la lavadora, está totalmente kaputt, como dicen aquí, y os aseguro que yo no tenía una pinta tan glamourosa como la chica del dibujo. Le dió un infarto con toda una carga de ropa dentro y totalmente llena de agua. Se inundó el baño, tuve que escurrir los vaqueros a mano, vaciarla con la fregona, se me mojó todo el suelo de madera porque la ropa seguía chorreando... qué drama. Se aceptan donaciones en líquido para la nueva.

Esta entrada es una tontería, pero es que estoy verdaderamente afectada. En fin.


[*la RAE insiste en que es "descuajaringar", pero no le pienso hacer ni caso.]

miércoles, 6 de agosto de 2008

Minuto musical

Imágenes de la película "Bin jip" (Hierro 3) de Kim Ki-duk.
Música de Natacha Atlas, "Gafsa".

En dos palabras, in-superable.




طال الفراق والنت غريب



[¡Muchas gracias a Gaby por mandarme el vídeo y a Iván por la ayuda técnica!]

lunes, 4 de agosto de 2008

People of the world, look at Berlin!



Hace ya bastantes días que fue lo del discurso de Barack Obama en Berlín, y parece que ahora tiene menos gracia publicar esta entrada, pero no había tenido tiempo de acabarla hasta ahora.

Junto con Gaby (compañera infatigable de experiencias sociológicas berlinesas) y unos couchsurfitos españoles muy majos me dirigí a la avenida del 17 de junio, donde tenía lugar el discurso.

Justamente, la discusión de dónde iba a tener lugar el primer discurso de Barack Obama en Europa fue un tema muy polémico durante toda una semana. Obama y su equipo quería que fuese en la Puerta de Brandenburgo, el ministro de Exteriores y el alcalde de Berlín estaban de acuerdo, pero Merkel y el partido conservador se resistían a dejar un sitio tan simbólico para la historia de Berlín a alguien que todavía no era presidente, a riesgo de enfadar a Bush y compañía. Durante varios días hubo un tira y afloja que la prensa berlinesa seguía con atención (acompañándola de múltiples artículos y opiniones de expertos). Al final se eligió la Siegessäule (la columna de la Victoria), en medio de la avenida del 17 de junio y a relativa poca distancia de la Puerta de Brandenburgo, decisión no exenta ella también de polémica, pero que no cuento porque si no, aburro.

Pues allí dirigimos nuestros pasos un par de horas antes que empezara el discurso, junto con miles de personas (muchos turistas también se apuntaron al evento). Como estamos en Alemania, el ayuntamiento había previsto grandes pantallas, potentes altavoces e innumerables casetas de salchichas y cervezas para que todo el mundo pudiese seguir el discurso en la más grande comodidad.



Al ver la gran cantidad de gente que había, renunciamos a intentar estar lo más cerca posible del señor Obama, y nos plantamos delante de una super pantalla para no perder detalle. Sabia decisión, pues conforme se acercaban las siete de la tarde, aquello se iba llenando cada vez más. Por cierto, que no sé si es lo normal, porque es el primer mitin político al que asisto, pero para amenizar la espera, hubo dos mini-conciertos: de Patrice, que me gusta mucho, y de un ami (como les llaman aquí a los estadounidenses) que pasó sin pena ni gloria.

Por fin, con unos 15 minutos de retraso, apareció Obama ante la multitud. Todo el mundo se puso a aplaudir un montón (yo incluida, para qué nos vamos a engañar), y todo el mundo sonrió ante la cara sonriente del senador. [Pequeño comentario aparte sin valor histórico: hay que ver lo atractivo que es ese hombre, la verdad.]

Así, a las siete y veinte de la tarde de un achicharrante 24 de julio, Obama empezó a hablar: "Thank you".

Y de nuevo, para hacer callar a la gente: "Thank you, thank you." Y como la gente no se callaba: "Thank you". Y tres segundos más tarde: "Thank you". Y al decimocuarto "Thank you" la gente empezó a partirse de risa (por lo menos donde yo estaba, a unas veinticinco mil personas de distancia de Obama). Cuando la gente se calló y Obama pudo empezar su discurso, lo primero que hizo fue dar las gracias a Merkel, a Steinmeier (el ministro de Asuntos Extranjeros) y a Wowereit (el alcalde de Berlín) por la acogida. Resultado: nueva carcajada general por cómo pronunció los nombres. Vamos, que no sabíamos si el discurso iba a estar bien, pero desde luego prometía ser divertido.


Testigos de un momento ¿histórico?


De todas formas, no voy a ponerme aquí a hacer un análisis del discurso. Obama habló de la historia de Berlín, del puente aéreo de 1948 (principio de la amistad germano-estadounidense) y del muro que separó la ciudad, e insistió en que la mejor aliada de Estados Unidos era Europa, y que había que acabar con la imagen negativa que tenía su país en el mundo siguiendo una política exterior basada en la diplomacia y no en la guerra.

Hubo aplausos cuando habló de la Guerra Fría, un silencio bastante gélido cuando pidió la colaboración de Europa para pacificar Irak y de nuevo aplausos cuando habló de luchar contra el calentamiento global.

Muy sensato me pareció el que un candidato a la presidencia de Estados Unidos dijese que la única forma de arreglar el mundo (el caótico mundo en el que vivimos, añadiría yo) es a través de programas como el Plan Marshall, que consiguió levantar Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Evidentemente, Estados Unidos lanzó ese programa porque a ellos también les beneficiaba, y mucho, pero no deja de ser una política exterior mucho más inteligente que la que se está llevando estos últimos años a cabo.

Uno de los chicos que vino conmigo al discurso se quedó muy decepcionado, decía que había sido un discurso muy conservador y que no suponía ningún cambio. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo con eso. Que Obama dijese que cristianos, musulmanes y judíos debían luchar juntos para lograr vencer una pequeña minoría que siembra el terror en el mundo entero me parece que denota, cuanto menos, una voluntad de cambio. Además, fue un discurso dirigido claramente a la opinión pública estadounidense, como era natural.

Pues ése es mi pequeño análisis. Espero que os haya gustado. Si os interesa: aquí podéis leer el discurso (en inglés), aquí tenéis fotos y un artículo de Der Spiegel (en alemán, claro), y aquí tenéis uno de El País sobre más de lo mismo.