Hace ya bastantes días que fue lo del discurso de Barack Obama en Berlín, y parece que ahora tiene menos gracia publicar esta entrada, pero no había tenido tiempo de acabarla hasta ahora.
Junto con Gaby (compañera infatigable de experiencias sociológicas berlinesas) y unos couchsurfitos españoles muy majos me dirigí a la avenida del 17 de junio, donde tenía lugar el discurso.
Justamente, la discusión de dónde iba a tener lugar el primer discurso de Barack Obama en Europa fue un tema muy polémico durante toda una semana. Obama y su equipo quería que fuese en la Puerta de Brandenburgo, el ministro de Exteriores y el alcalde de Berlín estaban de acuerdo, pero Merkel y el partido conservador se resistían a dejar un sitio tan simbólico para la historia de Berlín a alguien que todavía no era presidente, a riesgo de enfadar a Bush y compañía. Durante varios días hubo un tira y afloja que la prensa berlinesa seguía con atención (acompañándola de múltiples artículos y opiniones de expertos). Al final se eligió la Siegessäule (la columna de la Victoria), en medio de la avenida del 17 de junio y a relativa poca distancia de la Puerta de Brandenburgo, decisión no exenta ella también de polémica, pero que no cuento porque si no, aburro.
Pues allí dirigimos nuestros pasos un par de horas antes que empezara el discurso, junto con miles de personas (muchos turistas también se apuntaron al evento). Como estamos en Alemania, el ayuntamiento había previsto grandes pantallas, potentes altavoces e innumerables casetas de salchichas y cervezas para que todo el mundo pudiese seguir el discurso en la más grande comodidad.
Al ver la gran cantidad de gente que había, renunciamos a intentar estar lo más cerca posible del señor Obama, y nos plantamos delante de una super pantalla para no perder detalle. Sabia decisión, pues conforme se acercaban las siete de la tarde, aquello se iba llenando cada vez más. Por cierto, que no sé si es lo normal, porque es el primer mitin político al que asisto, pero para amenizar la espera, hubo dos mini-conciertos: de Patrice, que me gusta mucho, y de un
ami (como les llaman aquí a los estadounidenses) que pasó sin pena ni gloria.
Por fin, con unos 15 minutos de retraso, apareció Obama ante la multitud. Todo el mundo se puso a aplaudir un montón (yo incluida, para qué nos vamos a engañar), y todo el mundo sonrió ante la cara sonriente del senador. [Pequeño comentario aparte sin valor histórico: hay que ver lo atractivo que es ese hombre, la verdad.]
Así, a las siete y veinte de la tarde de un achicharrante 24 de julio, Obama empezó a hablar: "Thank you".
Y de nuevo, para hacer callar a la gente: "Thank you, thank you." Y como la gente no se callaba: "Thank you". Y tres segundos más tarde: "Thank you". Y al decimocuarto "Thank you" la gente empezó a partirse de risa (por lo menos donde yo estaba, a unas veinticinco mil personas de distancia de Obama). Cuando la gente se calló y Obama pudo empezar su discurso, lo primero que hizo fue dar las gracias a Merkel, a Steinmeier (el ministro de Asuntos Extranjeros) y a Wowereit (el alcalde de Berlín) por la acogida. Resultado: nueva carcajada general por cómo pronunció los nombres. Vamos, que no sabíamos si el discurso iba a estar bien, pero desde luego prometía ser divertido.
Testigos de un momento ¿histórico?De todas formas, no voy a ponerme aquí a hacer un análisis del discurso. Obama habló de la historia de Berlín, del puente aéreo de 1948 (principio de la amistad germano-estadounidense) y del muro que separó la ciudad, e insistió en que la mejor aliada de Estados Unidos era Europa, y que había que acabar con la imagen negativa que tenía su país en el mundo siguiendo una política exterior basada en la diplomacia y no en la guerra.
Hubo aplausos cuando habló de la Guerra Fría, un silencio bastante gélido cuando pidió la colaboración de Europa para pacificar Irak y de nuevo aplausos cuando habló de luchar contra el calentamiento global.
Muy sensato me pareció el que un candidato a la presidencia de Estados Unidos dijese que la única forma de arreglar el mundo (el caótico mundo en el que vivimos, añadiría yo) es a través de programas como el Plan Marshall, que consiguió levantar Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Evidentemente, Estados Unidos lanzó ese programa porque a ellos también les beneficiaba, y mucho, pero no deja de ser una política exterior mucho más inteligente que la que se está llevando estos últimos años a cabo.
Uno de los chicos que vino conmigo al discurso se quedó muy decepcionado, decía que había sido un discurso muy conservador y que no suponía ningún cambio. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo con eso. Que Obama dijese que cristianos, musulmanes y judíos debían luchar juntos para lograr vencer una pequeña minoría que siembra el terror en el mundo entero me parece que denota, cuanto menos, una voluntad de cambio. Además, fue un discurso dirigido claramente a la opinión pública estadounidense, como era natural.
Pues ése es mi pequeño análisis. Espero que os haya gustado. Si os interesa:
aquí podéis leer el discurso (en inglés),
aquí tenéis fotos y un artículo de
Der Spiegel (en alemán, claro), y
aquí tenéis uno de
El País sobre más de lo mismo.