Ayer por la tarde cogí el primero de los dos aviones que me llevarían de vuelta a una de mis casas.
De casa en casa... tiro porque me toca.
Por la tarde, en el aeropuerto de Valencia, había pasado por los arcos de seguridad tras el reglamentario striptease (chaqueta, sudadera, botas) en dirección a la puerta de embarque con la sensación de que hacía nada que había cogido un avión en dirección contraria pero en realidad hacía muchísimo que estaba en Valencia: era raro.
Iba pensando en el contenido de mi bolso de mano: cedés -muchos-, madalenas, empanadillas de boniato, rosquilletas saladas, unos leotardos -para ponerme en el avión antes de llegar a la congelada Berlín-, chupa-chups, el iPod, una botella de agua vacía -para rellenar en el baño del aeropuerto una vez pasados los controles-, chicles, un libro -en alemán-, mi documentación, mi cartera, mi agenda, dos bolis, llaves.
Trozos de mi vida de aquí y de allí, síntesis de una existencia algo ambulante que, dependiendo de dónde esté, echa de menos los dulces valencianos y la cerveza alemana.
Es raro.
Desde que en el 2005 me fui a vivir varios meses a Grenoble o, mejor dicho, desde que me fui de esa ciudad en mayo de ese año para volver menos de dos meses después, me da la impresión de que voy dejando trocitos de corazón desparramados por el mundo.
Países y ciudades a los que voy volviendo con la sensación de volver a casa.
Qué raro es irte de casa para llegar a tu casa.
Una semana en Valencia.
Valencia. Volver a casa, desayunar madalenas y café con leche, pasear por la playa en enero (aunque esta vez haya hecho mucho frío), comer puntillas, tellinas y pescaditos, comer arroces con alcachofas de papá y gazpacho manchego con setas de mamá, dormir la siesta, cenar con amigos a los que conoces desde hace años y con los cuales resulta fácil hacer bromas, que se te pasen las horas sin darte cuenta, ir a un pub y estar en tu salsa porque conoces a mucha gente, o a pesar de conocer a mucha gente. Estar en casa.
Pero ya en el segundo avión, después de oír al piloto anunciando que en 20 minutos aterrizaríamos en Tegel, no pude evitar empezar a mirar por la ventanilla, nerviosa, contenta. Empezamos a sobrevolar Berlín desde el sur, y enseguida divisé el aeropuerto de Tempelhof con su forma cónica. Me hizo ilusión reconocer la ciudad. Vi la torre de televisión, sobresaliendo como siempre con su luz parpadeante, distinguí Karl-Marx Allee y Frankfurter Allee, creí adivinar que esa mancha grande y oscura que veía era Treptower Park, incluso intenté hallar el lugar donde ahora vivo.
Me reconfortó bajar del avión y que todos los carteles estuviesen en alemán. Y al darme cuenta de ello me extrañé.
Abrí alegre la cerradura de mi casa y salió a mi encuentro mi compañero de piso al grito de "¡Pauline!" (Es que me llama Pauline, y ha echado de menos que desayunemos juntos. Si lo pienso un poco, en realidad yo también.)
Más tarde, ya metida en la cama, reflexionaba sobre todo esto.
En lo raro que era haberme despertado en casa para después de cuatro horas de vuelo llegar a casa.
Abrí alegre la cerradura de mi casa y salió a mi encuentro mi compañero de piso al grito de "¡Pauline!" (Es que me llama Pauline, y ha echado de menos que desayunemos juntos. Si lo pienso un poco, en realidad yo también.)
Más tarde, ya metida en la cama, reflexionaba sobre todo esto.
En lo raro que era haberme despertado en casa para después de cuatro horas de vuelo llegar a casa.
6 comentarios:
Joder, qué gran post, Nefe. Deberías escribir más. En serio. De hecho, me da envidia leer lo que he leído, es buenísimo. Me ha gustado muchísimo.
Gracias por tu despedida en mi blog. Serás contestada, claro.
Sigue escribiendo. Sigue!! Nos vemos en nada.
Besos.
"Le bonheur est en soi, chez soi et autour de soi"
[Henri Estienne]
Jolin, qué orgullosa estoy de tener una hermana escritora. Ahora que no me oyen, eres mejor que los dos papás, jejee...
Enhorabuena, Pol.
¡¡¡ES MI HERMANA!!! Jijiji...
Tienes razón de ser orgullosa, Sandra. Yo dijo Siempre que nuestra querida Pol tenía una bella pluma.
¡¡Es mi chica!! ;-) Jijiji...
Bueno, ya vale, ¡dejad de sacarme los colores!
Mira que os gusta exagerar...
Pero me alegro de que os haya gustado, Iván, Feo, Sandra. Después de dedicarle unas cuantas horas lo publiqué sin estar aún segura de si me gustaba cómo había quedado, así que ya me quedo tranquila :-)
Muchos besos a los tres.
Cuanto te entiendo... luego se escuchan historias, se respiran olores o se ven lugares que en un instante te transportan a esos espacios y te hacen latir el corazón a mil. Sintiendo por un momento como si uno estuviese allí.
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