El miércoles llegaron dos visitas a Berlín. Primero llegó Álvaro, desde Madrid, y luego llegó Rodi, desde Tübingen. No es que se pusieran de acuerdo, porque no se conocen de nada, pero los dos encontraron vuelos baratos para el mismo fin de semana, así que se vinieron a hacerme una visitilla. (Curiosamente, desde que estoy en Berlín, me salen novios y novias de debajo de las piedas. ¿Será que mi sex-appeal ha aumentado desde que puedo ofrecer alojamiento en esta gran ciudad?)
El caso es que el jueves nos levantamos bien pronto y nos fuimos los tres hacia el Reichstag. Rodi había conseguido entradas para ir a ver el debate del parlamento alemán, el Bundestag, así que nosotros entramos en el edificio (y mientras tanto Álvaro se fue a dar vueltas por ahí). La verdad es que fue muy curioso ver cómo es el día a día en el Parlamento y ver de verdad cómo es un debate, y no los tres minutos de resumen que sale en el telediario. Para empezar, en la tele parece muchísimo más grande de lo que es. Luego, resulta desmitificador ver a Angela Merkel y compañía llegando tarde, levantándose para hablar en grupitos, pasando de la persona que tiene la palabra, aplaudiendo sólo cuando habla el de su partido, etc. Pero como a todo el mundo le gusta ver famosos, pues fue muy gracioso estar ahí. Tampoco puedo decir que el contenido político me interesase sobremanera por una razón muy simple: apenas entendía lo que decían. Me temo que mi nivel de alemán todavía no da para entender a los portavoces de todos los grupos parlamentarios debatiendo sobre la conveniencia de que el ejército alemán siga en Afganistán o no. Además, menos mal que Rodi me iba diciendo quién era quién, porque aparte de la canciller, sólo me sonaban un par de caras.
Os reiréis, pero al final, casi que lo más interesante fue ver el edificio del Reichstag por dentro y constatar que, tras la reforma, se había decidido conservar los graffitis rusos hechos al final de la II Guerra Mundial. Aquí tenéis una foto:
y aquí tenéis otra:
Me pareció muy curioso que hubiesen decidido dejarlos. Quizá pensaron que era una forma de que nadie olvidase las consecuencias de una guerra.
Aquí tenéis a Rodi, contento por ser los primeros del día en subir a la cúpula del Reichstag (¡eran las ocho y media de la mañana!):
Después de ver el debate parlamentario, nos fuimos a dar una vueltita por los nuevos edificios gubernamentales que han construido alrededor del Reichstag y que son verdaderamente preciosos. Bueno, aquí tenéis una foto de yo misma (se me adivina entre el gorro y la bufanda) delante del Reichstag aprovechando un rayito de sol:
Esto es la Cancillería (con escultura de Chillida en primer plano):
Y ésta es la Marie-Elisabeth-Rüder-Haus (estos alemanes tienen la manía de poner siempre nombres interminables e impronunciables a todo):
Bonitos, ¿verdad?
Una vez los tres reunidos de nuevo, dirijimos nuestros pasos hacia Potsdamer Platz para reponer fuerzas. Allí Rodi y yo sometimos a Álvaro a un intensivo de gastronomía alemana: de aperitivo, un currywurst, comida berlinesa por excelencia -tras el kebab- que consiste en una salchicha cortada a trocitos y bañada en ketchup y curry en polvo. Después pasamos al plato principal: kartoffelpuffer, que son una especie de tortitas de patata fritas, y nos las comimos servidas con queso, cebolla, beicon y tomate. Todo muy ligerito, al estilo alemán.
Aquí os pongo una foto de Potsdamer Platz. (Lamentablemente, no tengo ninguna foto de la comilona.)
Luego nos fuimos a dar una vuelta por Ku'damm y aproveché para comprarme un exprimidor de naranjas por 15 euros, que no veáis lo bien que me viene a la hora de desayunar y lo contenta que estoy yo con mi aparatito. El resto de la tarde me quedé en casa descansando (me fastidié el pie hace varias semanas y no acaba de estar bien) y los chicos se fueron de maratón museístico a la Museuminsel, la isla de los museos.
El viernes yo tenía clase todo el día, así que volví a dejar que Rodi y Álvaro hiciesen buenas migas. Por la tarde noche fuimos a una cervecería de Oranienburger Strasse (menuda carta de cervezas, había lo que quisieras: cerveza rubia, negra, de trigo, de trigo oscura, roja, biológicas, de sabores...) y luego quedamos con mis amigos de aquí en el barrio de Kreuzberg, en un antro rockero de mala muerte que congrega a lo mejorcito de Berlín.
El día siguiente fue más tranqui, de museos -sí, más museos- y paseos varios. Por la noche nos fuimos a cenar a un sitio al que pienso llevar a todas mis visitas futuras amantes de lo asiático: un restaurante chiquitín que se llama Rice Queen y en el que sirven unos platos para chuparse los dedos. Luego pensábamos acabar con una cervecilla para volver pronto a casa, pero acabamos entrando en un local la mar de modernete llamado "Zu mir oder zu dir" ("en tu casa o en la mía"), tomándo vodka sour y mojitos en vez de cervezas y volviendo a Wedding -mi barrio- a altas horas de la mañana cantando por la calle a Sabina. Todo muy divertido, la verdad.
El domingo nos levantamos a horas intempestivas y fuimos a desayunar al barrio hippie-pijo de Prenzlauer Berg. He de decir que en Alemania esto de ir a desayunar por ahí los domingos es muy normal, aunque lo de llamar "desayuno" a un buffet en el que te pones las botas de embutido, huevos, queso, salchichas, fruta, pan, mermelada, etc., resulta algo eufemístico. Rematamos la jornada paseando por el barrio. Por cierto, que Álvaro se acabó comprando una super 8 en una de las múltiples tiendas de segunda mano y objetos de la antigua RDA que hay allí.
Más o menos así acabó un fin de semana dedicado, como habéis visto, a patear Berlín de arriba a abajo (sobre todo Álvaro, que se levantaba a las siete de la mañana y se iba por ahí), a ver muchas cosas y en el que nos lo pasamos muy bien.
Bueno, me voy a la cama. Besos a todos.
p.d.: Que conste que estoy encantada con que la gente venga a visitarme, ¿eh? Adoro sentirme deseada por todo el mundo :)
2 comentarios:
Une bonne visite touristique et des jolis photos. J'ai adoré le plus celle où tu es avec le bonnet et l'écharpe blancs.
Oye!! qué guapisima!
Jalal
Aufsturz.
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