jueves, 18 de diciembre de 2008
lunes, 15 de diciembre de 2008
viernes, 21 de noviembre de 2008
Primeras nieves
Nieva. Nieva de una nieve densa y que contrasta con el amarillo del edificio decimonónico que veo enfrente.
Con una taza de té en una mano y una magdalena en la otra pego la nariz al cristal. ¿Serán mis raíces mediterráneas lo que siempre me hace contemplar la nieve con una ilusión infantil?
Ha llegado el invierno a Berlín. Empieza la temporada de las calles resbaladizas, del anochecer a las cuatro, del vino caliente, de los mercados de Navidad, de las tardes en los museos y en los bares, del blanco uniforme sobre coches y árboles.
viernes, 7 de noviembre de 2008
De la bruma, la noche y la gallina
Salgo de trabajar. Son las tres y media de la mañana de un miércoles. Enfrente, en la parada de taxis color crema y marca Mercedes, un taxista toca el violín sentado al volante. Le sonrío: lo cierto es que no acierta ni una sola nota, pero qué más da. Es un taxista tocando el violín sentado al volante en medio de la noche berlinesa: se merece más que una sonrisa.
Una densa bruma cubre Berlín. Cae una lluvia tan fina que no hace falta ponerse la capucha. Algo irreal flota en el ambiente. Miro hacia arriba, esperando encontrar la familiar silueta de la torre de televisión, pero apenas se adivina la base, de tan bajas que están las nubes. Qué bonito, pienso, el cielo tiene tonos morados. ¿Morados? Vuelvo a levantar la vista. Sí, el cielo es morado. Qué raro, pero qué bonito.
Me pongo los guantes, me arremango la pernera derecha del pantalón, me meto la bufanda por dentro del abrigo y echo a pedalear.
Salgo de Hackescher Markt, paso por debajo de las vías del tren, paso frente al Bang Bang Club, atravieso el parquecito de Monbijou y entro en la isla de los museos. La catedral, esta noche, también es morada.
¿Morada? Vuelvo a levantar la vista: qué pena, la causa de que esta noche berlinesa sea una noche malva tiene un origen muy poco romántico: el hotel que está frente a la catedral, y que hasta ese momento me había pasado siempre desapercibido, tiene unas enormes luces de neón violáceo que esta noche, por la bruma, se reflejan de forma especial. No pasa nada. Sigue siendo un cielo precioso.
Pedaleando, tomo la avenida Unter den Linden. Sigue sin haber ni un alma, ni un coche, nada. Sólo bruma, jirones de nubes. Paro la bici: me pongo los auriculares, conecto el iPod. Parece que soy el único ser que circula esta noche, así que puedo ponerme a escuchar música sin peligro de ser atropellada a causa de mi perenne empanamiento.
Vuelvo a pedalear, tranquila, sin prisas, notando la humedad en la cara.
Suelto una mano del manillar. Vaya, suelto la otra mano y no pasa nada. Es la primera vez que voy sin manos en la bici, qué ilusión. Varias decenas de metros más tarde vuelvo a coger el manillar, pero ya está: sé ir en bici sin manos. Qué ilusión, de verdad.
La única canción de Los Planetas que puedo escuchar sin que me dé un ataque de histeria suena en mis oídos: "No voy a decir que cuidaré de ti/ Ni siquiera sé cuidar de mí/ Es posible que sea yo/ Quien necesita que lo salven." Suspiro, canto.
De repente, suena una canción que me había descargado hace tiempo pero que todavía no había escuchado:
No me lo puedo creer.
Me pongo a reír yo sola. Yo sola, riéndome a carcajada limpia.
La gallineta ha dit que prou
ja no vull pondre cap més ou
a fer punyetes aquest jou
que fa tants anys que m'esclavitza.
I si em venen ganes de fer-ne
em faré venir un restrenyiment,
no tindrà coa més ou calent
el que de mi se n'aprofita
La gallina ha dit que no,
Visca la revolució!
La gallina ya no quiere poner huevos en este sistema que la esclaviza y se une a la revolución. Son las cuatro de la mañana en Berlín, hay una bruma morada y húmeda flotando en el ambiente, voy en bici, sin manos, y la gallina no quiere poner ni un solo huevo más. Y me encanta.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Seguimos con los minutos musicales...
Como el invierno ya llegó:
Decid lo que queráis, pero es que esta canción (y el baile adjunto) no me pueden encantar más:
Seeed y su himno a Berlín: "Dickes B, home an der Spree, im Sommer tust du gut und im Winter tut's weh. Mama Berlin - Backsteine und Benzin - wir lieben deinen Duft, wenn wir um die Häuser ziehn.... ich singe auf dem Fahrrad, mal Bass und mal Tenor
zuhause dreh ich Sound auf, die Nachbarn ham Humor... Wir shaken, was wir haben bis morgens 7 Uhr, woanders gibt´s 'ne Sperrstunde, bei uns die Müllabfuhr..."
Yo de mayor quiero ser como la cantante de Pizzicato Five:
Y para acabar, qué grande:
miércoles, 29 de octubre de 2008
lunes, 6 de octubre de 2008
Prohibido dar besos
Pero hoy le dedico una entrada a él solito, porque se lo ha ganado a pulso.
Pasaré por alto lo pesetero que es y su inclinación a humillar a aquel que esté a su mando para centrarme en otro rasgo de su carácter: su propensión a poner nuevas reglas. Normalmente hace que nosotros, sus subordinados, firmemos hojas con la nueva reglamentación para que nadie se escaquee. Un día tenemos que firmar que no cantaremos más mientras trabajamos (con lo que mola cantar Alaska mientras friegas), otro día, que no haremos ruido mientras recogemos la terraza (bajo amenaza de despido inmediato), al siguiente, juramos solemnemente planchar las camisas blancas que llevamos.
Pues bien.
Ayer llego a trabajar, y mientras le sacábamos brillo a las copas de vino, me comenta un amigo (camarero, evidentemente): "¿Te has enterado de la nueva regla del jefe?" "No." "Que no nos podemos dar besos."
[Aquí imaginaos mi cara de desconcierto: "¿Perdón?"]
Mi amigo prosiguió con su explicación: "Que como ha llegado el otoño, pues no quiere que nos demos besos al saludarnos, por si nos pasamos la gripe y nos ponemos enfermos todos."
¿Quéeeeee?
¿Que no nos podemos saludar más con dos besos porque ha llegado el otoño?
Evidentemente, al poco todos decidimos montar una gran orgía en cuanto uno de nosotros cayera enfermo, para ver si así efectivamente nos poníamos todos malos -con cuarenta de fiebre, preferentemente- y que ninguno pudiese ir a trabajar. Menudas risas nos estuvimos echando toda la noche con la prohibición.
Y, evidentemente, al marcharnos, todos nos dimos dos besos bien dados (en la mejilla).
sábado, 27 de septiembre de 2008
jueves, 25 de septiembre de 2008
Reviviendo los sesenta
[Por cierto, hoy hace un maravilloso día soleado de otoño berlinés.]
viernes, 12 de septiembre de 2008
lunes, 1 de septiembre de 2008
viernes, 22 de agosto de 2008
Balkanbeats
Por cierto, que el cantante es berlinés.
Que ustedes lo disfruten. A bailar.
lunes, 18 de agosto de 2008
Risotto
Vamos, digo yo.
En todo caso, eran tres italianos jóvenes, llevaban camisa y estaban repeinados.
Personalmente, cada vez que alguien pide en el restaurante paella, se me encoje el corazón. Si son españoles, se lo desaconsejo amablemente. Otra camarera, también de Valencia, dice cada vez que saca una paella a la mesa: "Si la meua mare ho vera..." Pero no hay que ser de Valencia para reconocer que lo que hacen en el restaurante tiene de paella únicamente el nombre: la hacen en olla, está bien especiadita (no me preguntéis con qué), lleva caldito, pollo y marisco, y la sirven en una mini-paella con todo el arroz amontonado. Es descorazonador.
Pero volvamos a nuestros italianos. En este caso no me atrevo a decirles la verdad sobre esa comida que aparece en la carta como "Paella tradicional". Así que piden tres raciones y, mientras esperan, comentan en voz baja la pinta de las tapas que están en el mostrador.
Pasa media hora (entretanto les he convencido para que se pidan una tapita de ensalada de marisco para matar el tiempo) y sale la paella de cocina.
Se la pongo encima de la barra y los tres ponen los ojos como platos. No saben qué hacer, qué decir. Evidentemente, no es lo que se esperaban. Uno mira a los otros dos, junta los cinco dedos de su mano derecha, los agita delante de la cara y exclama: "Ma... questo es risotto!"
Y yo me tuve que girar para que no se me notase que me estaba partiendo de risa.
sábado, 16 de agosto de 2008
Como en España, en ningún sitio.
Los dos me dan conversación mientras apilo platos con servilletas. Un plato, una servilleta, un plato, una servilleta, un plato, una servilleta. Un plato, una servilleta. Fascinante.
-Hay que ver, cuánta gente hay en este bar, ¿no?
-Sí, la verdad es que sí. [Sonrío mientras me concentro en las servilletas.]
-Qué bonito han dejado el Este de Berlín, ¿verdad? Hay que ver, todo tan limpio, tan nuevo. No como antes.
-Mmm, sí, es verdad.
[Aquí ambos clientes dejan de caerme simpáticos. Menudo comentario chorra.]
-Pues hemos visto el bar y nos hemos dicho: "Vamos a ver qué tal".
-Claro, qué bien. [Aquí dejo de intervenir en la conversación y los clientes, ante mi dedicación a la tarea de apilar platos con servilletas, deciden seguir hablando entre ellos.]
-No me extraña que el bar esté tan lleno, la verdad. Con lo buena que está la comida española.
-Y lo hartos que tienen que estar los alemanes de salchichas y chucrut. Todo el día salchichas y chucrut.
-Claro, es que no comen nada más, ¿eh?
-Por eso vendrán aquí. Es que esto no lo pueden encontrar en otro sitio, aquí tienen un montón de variedad de comida. Y por eso a los alemanes les gusta tanto todo lo español. Y es verdad, ¿eh? Hay que ver cómo les gusta España.
-Normal. Donde esté la comida española, que se quite lo demás.
Pues eso: que los alemanes sólo comen salchichas y que, como en España, en ningún sitio.
jueves, 14 de agosto de 2008
Una querencia
Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.
Paciencia necesita mi tormento
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.
¡Ay, querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.
Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia,
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.
Miguel Hernández
lunes, 11 de agosto de 2008
Berlín en verano
El río Spree, el que cruza Berlín, conoce su momento de gloria. Bares con hamacas, arena traída del desierto, sombrillas a rayas y clientes tomando caipirinhas. Barcos varados, desiertos en invierno y que durante los tres meses de calor tienen la cubierta repleta de gente charlando y disfrutando de la puesta de sol urbana, con torre de televisión y ayuntamiento rojo de fondo.
Barbacoas en los parques públicos los domingos, familias turcas de veinte miembros asando un cordero entero, rubias haciendo top-less, adolescentes que plantan una red de voléibol, estudiantes con sándwiches y cajas de doce cervezas.
Paseos en bicicleta. Disfrutar de la ciudad.
Así es el verano en Berlín.
jueves, 7 de agosto de 2008
Percance doméstico
Esta entrada es una tontería, pero es que estoy verdaderamente afectada. En fin.
[*la RAE insiste en que es "descuajaringar", pero no le pienso hacer ni caso.]
miércoles, 6 de agosto de 2008
Minuto musical
Música de Natacha Atlas, "Gafsa".
En dos palabras, in-superable.
طال الفراق والنت غريب
[¡Muchas gracias a Gaby por mandarme el vídeo y a Iván por la ayuda técnica!]
lunes, 4 de agosto de 2008
People of the world, look at Berlin!
Junto con Gaby (compañera infatigable de experiencias sociológicas berlinesas) y unos couchsurfitos españoles muy majos me dirigí a la avenida del 17 de junio, donde tenía lugar el discurso.
Justamente, la discusión de dónde iba a tener lugar el primer discurso de Barack Obama en Europa fue un tema muy polémico durante toda una semana. Obama y su equipo quería que fuese en la Puerta de Brandenburgo, el ministro de Exteriores y el alcalde de Berlín estaban de acuerdo, pero Merkel y el partido conservador se resistían a dejar un sitio tan simbólico para la historia de Berlín a alguien que todavía no era presidente, a riesgo de enfadar a Bush y compañía. Durante varios días hubo un tira y afloja que la prensa berlinesa seguía con atención (acompañándola de múltiples artículos y opiniones de expertos). Al final se eligió la Siegessäule (la columna de la Victoria), en medio de la avenida del 17 de junio y a relativa poca distancia de la Puerta de Brandenburgo, decisión no exenta ella también de polémica, pero que no cuento porque si no, aburro.
Pues allí dirigimos nuestros pasos un par de horas antes que empezara el discurso, junto con miles de personas (muchos turistas también se apuntaron al evento). Como estamos en Alemania, el ayuntamiento había previsto grandes pantallas, potentes altavoces e innumerables casetas de salchichas y cervezas para que todo el mundo pudiese seguir el discurso en la más grande comodidad.
Al ver la gran cantidad de gente que había, renunciamos a intentar estar lo más cerca posible del señor Obama, y nos plantamos delante de una super pantalla para no perder detalle. Sabia decisión, pues conforme se acercaban las siete de la tarde, aquello se iba llenando cada vez más. Por cierto, que no sé si es lo normal, porque es el primer mitin político al que asisto, pero para amenizar la espera, hubo dos mini-conciertos: de Patrice, que me gusta mucho, y de un ami (como les llaman aquí a los estadounidenses) que pasó sin pena ni gloria.
Por fin, con unos 15 minutos de retraso, apareció Obama ante la multitud. Todo el mundo se puso a aplaudir un montón (yo incluida, para qué nos vamos a engañar), y todo el mundo sonrió ante la cara sonriente del senador. [Pequeño comentario aparte sin valor histórico: hay que ver lo atractivo que es ese hombre, la verdad.]
Así, a las siete y veinte de la tarde de un achicharrante 24 de julio, Obama empezó a hablar: "Thank you".
Hubo aplausos cuando habló de la Guerra Fría, un silencio bastante gélido cuando pidió la colaboración de Europa para pacificar Irak y de nuevo aplausos cuando habló de luchar contra el calentamiento global.
Muy sensato me pareció el que un candidato a la presidencia de Estados Unidos dijese que la única forma de arreglar el mundo (el caótico mundo en el que vivimos, añadiría yo) es a través de programas como el Plan Marshall, que consiguió levantar Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Evidentemente, Estados Unidos lanzó ese programa porque a ellos también les beneficiaba, y mucho, pero no deja de ser una política exterior mucho más inteligente que la que se está llevando estos últimos años a cabo.
Uno de los chicos que vino conmigo al discurso se quedó muy decepcionado, decía que había sido un discurso muy conservador y que no suponía ningún cambio. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo con eso. Que Obama dijese que cristianos, musulmanes y judíos debían luchar juntos para lograr vencer una pequeña minoría que siembra el terror en el mundo entero me parece que denota, cuanto menos, una voluntad de cambio. Además, fue un discurso dirigido claramente a la opinión pública estadounidense, como era natural.
sábado, 26 de julio de 2008
Derritiéndose en Berlín...
jueves, 24 de julio de 2008
El genio ruso
Había algunas verdaderamente preciosas.
[Por cierto, Ernesto, si lees esto: "Un perro andaluz" es de 1929 y el collage de Rodtschenko que nos recordó a la peli de 1924. Duda solucionada.]
lunes, 21 de julio de 2008
Una bomba en el jardín
Claro, es lo que suele pasar todos los días: encontrarse una bomba.
Yo no salía de mi asombro.
Al día siguiente leí en el periódico los detalles: la bomba en cuestión era, evidentemente, de la Segunda Guerra Mundial, permanecía sin explotar, pesaba 500 kilos, fue descubierta mientras arreglaban una calle, hizo que evacuaran a 12.000 personas durante 24 horas, que se cerrasen cuatro estaciones de metro (en Alemania todo se hace a lo grande) y tardó 17 horas en ser desactivada.
Aquí os dejo una foto de la criatura:
Lo más curioso de todo es que a nadie le interesó lo más mínimo la noticia. Se ve que en Berlín están más que acostumbrados a que se encuentren bombas de la guerra que jamás explotaron cuando arreglan calles o construyen nuevos edificios. Y sin embargo, a mí me llamó muchísimo la atención. Tanto, que ahora estoy escribiendo esta entrada.
Para aquel que quiera practicar su alemán, pinchando aquí, aquí y aquí leerá los artículos del Tagesspiegel que salieron sobre la bomba en cuestión.
Como apunte final, os cuento que esta es mi primera semana sin universidad (pero no sin trabajos que hacer para la facultad), y que por eso he ido corta de tiempo para escribir impresiones berlinesas. Tengo un montón de entradas en borrador que nunca tengo tiempo de acabar. Espero hacerlo pronto.
jueves, 10 de julio de 2008
Cosas que ocurren en un bar de tapas de Berlín
Para empezar, y como introducción, os hablaré de los dos tipos de clientes principales del bar-restaurante. Se dividen en dos categorías:
A, los españoles que han venido a pasar tres o cuatro días a Berlín y ya echan de menos unas patatitas bravas y que les hablen en cristiano. Normalmente exclaman al ver la carta: "¡Qué bien, tienen San Miguel!" A mí se me queda siempre cara de panoli. Tendré que empezar a practicar la cara de póquer.
Lo cierto es que los españoles son divertidos y dan pie a una multitud de anécdotas. Como la de ayer. Familia típica: papá, mamá, hijo, hija. Se sientan todos en la barra (es decir, que les tenía enfrente) y la señora me da conversación. Lo típico: que cuántos años tienes, que qué estudias, etc. Tras veinte minutos así, me dice: "¿Y dónde has aprendido español? Porque hay que ver lo bien que hablas". No supe reaccionar a tiempo y me quedé con cara de qué-me-estás-contando.
Ahora bien, la situación típica es la de la pareja jovencita de Madrid que tras gastarse 40 euros en cenar dejan 30 céntimos de propina (ni uno más, ni uno menos).
El tipo de cliente B son los alemanes que veranean en España y, ya que salen a cenar, practican un poco su español (he notado que les cuesta decir "empanadilla") y además alardean de sus conocimientos gastronómicos (sobre cuando son hombres acompañados por una mujer): "¿Pero el alioli es casero? ¿No tenéis bacalao en tomate? ¿Hacen la paella al momento?" Pero no os equivoquéis, me resultan muy simpáticos. Y esos al menos dejan buenas propinas.
Ahora en verano también existe un caso C de cliente: los ingleses/estadounidenses (para el caso, da igual) que beben cantidades ingentes de vino y por supuesto, te hablan directamente en su idioma para que les entiendas. He de decir que hay excepción a la regla: ayer un señor muy amable de Texas quería practicar su español y me gritó a pleno pulmón desde la otra punta del bar: "¡Tráigame una de manchego!"
Pero lo de ser camarera tiene su intríngulis, no os vayáis a pensar. Por ejemplo, he desarrollado una técnica insuperable para escaquearme de las preguntas tipo: "¿Y qué vino me recomiendas?" incluso antes de haber sido formuladas. El truco es abrirles la carta de vinos y decir: "Les dejo que elijan entre nuestra amplia oferta" y salir corriendo. Por ahora ha funcionado.
También hay clientes que te hacen vivir momentos surrealistas como la señora alemana vegetariana que, después de poner cara de asco delante de todas las tapas porque casi todas son de pescado, de decirme que tampoco come champiñones ni queso de cabra, que no le gustan las alcaparras ni los pimientos con queso, decide meterse entre pecho y espalda una ensalada de patatas, aceitunas... y beicon, porque "Total, da igual".
Y el momento impagable del día es salir de trabajar a las cuatro y media de la mañana y que sea totalmente de día. Viva el verano berlinés.
martes, 8 de julio de 2008
jueves, 3 de julio de 2008
El olor del café tostado
Me paré, olfateé en el aire, hinché mis pulmones de ese olor. Y de repente, como un clic, me vi perfectamente bajando de la estación de tren de Castellón, cogiendo el bus y tomando el camino a la universidad. Al lado de la estación hay (supongo que sigue habiendo) una fábrica de café y, muy a menudo, ese olor flotaba, pesado, en el ambiente. Cuando empecé mis viajes diarios a la Plana Alta, ese olor era algo que me molestaba, que me empalagaba. Luego me acostumbré y al final era parte de mi pequeña rutina diaria, como lo era comprarme golosinas cada vez que perdía el tren de vuelta a casa por segundos.
La estación de tren de Castellón no es el lugar más romántico del mundo, ni el olor me trajo recuerdos especialmente agradables (pues acabé harta de ir todos los días a esa ciudad tan fea), pero qué sensación tan extraña es tener la impresión de volver a estar allí. En medio de Hackescher Markt, en una de las zonas más turísticas de Berlín, con los rayos de sol cayendo en vertical, volví unos cuantos años atrás.
lunes, 30 de junio de 2008
De banderas y fútbol
más de medio millón de personas
alrededor de la puerta de Brandenburgo
para seguir el partido)
Harta del bombardeo constante de noticias relacionadas con el fútbol, harta de no poder seguir las conversaciones de la gente por no haber visto ningún partido, harta de no poder encontrar ni un solo bar (¡ni uno!) que durante los partidos no tuviese la tele encendida, harta de que me feliciten cada vez que gane España, harta de decir que yo quería que ganase Croacia o Turquía (porque sí), harta de los hooligans alemanes que berrean en el metro... No pienso hablar de la Eurocopa (menos mal que ya se ha acabado).
Lo que sí quería contaros es un curioso fenómeno banderil que ha invadido Berlín durante este último mes. Había banderas por todas partes, colgadas de todas las ventanas y enganchadas a las ventanillas del coche. Grandes y pequeñas, pero sobre todo grandes. Al menos dos o tres banderas por edificio, a veces más. En mi calle se juntaban banderas turcas, polacas, griegas, italianas, suecas, portuguesas, españolas (bueno, había una) y también (aunque no eran la mayoría) alemanas.
Observar el crecimiento y desarrollo de las banderas ha sido la investigación sociológica del mes, que diría mi amiga Gaby. Me sorprendió descubrir que había más alemanes en mi barrio de lo que pensaba (el 60% de los que vivimos en Wedding somos extranjeros). Me sorprendió que en la tienda turca donde compro todas las semanas verdura ondeara una bandera alemana gigante. Me sorprendió que hubiese tantos polacos viviendo en mi calle. Me sorprendió y me hizo mucha gracia la cantidad de ventanas que combinaban varias banderas: aquí Portugal y Polonia, allí Alemania e Italia... aunque la combinación más vista, sin duda era Turquía y Alemania.
Y lo mejor, lo más digno de recuerdo, ha sido la proliferación de esta bandera:
sábado, 28 de junio de 2008
Impresiones rusas (nº3 y última): momentos sanpetersburgueses
en San Petersburgo.
He de decir que no hay nada más soso que un baile tradicional ruso.
Tras pasar medio día en el Hermitage, mi madre y yo aprovechamos el tiempo magnífico que hacía para andar por todo el centro de San Petersburgo. He de decir que el adjetivo "moscovita" en cuanto a tamaño se refiere, también se puede aplicar a San Petersburgo. La ciudad fue fundada en 1703 por el zar Pedro el Grande, que decidió construir una nueva capital que estuviera al borde del mar y que pudiese rivalizar en belleza con cualquier capital europea. Es lo que tiene ser zar, que te puedes levantar un día y decir: "Pues voy a construirme una ciudad". Así que San Petersburgo es puro neoclásico y barroco, que es lo que se llevaba durante el siglo XVIII y XIX, y pretende además ser "la Amsterdam del Norte": Pedro el Grande decidió construir toda una serie de canales que pasasen por el centro de la ciudad.
El resultado es algo raro, porque es cierto que todos los edificios y palacios del centro son magníficos (claro, cuando el zar se trasladó, toda la corte tuvo que construirse una nueva residencia en San Petersburgo), que hay muchos canales... pero da un poco la impresión de decorado. En realidad, eso es lo que me pasó con el viaje a Rusia en general: el patrimonio es impresionante, pero te deja un poco frío. No es como te pasa con Berlín u otras ciudades, que te dan ganas de pasear sin fin por sus calles, de vivir el ambiente...
Bueno, os pongo algunas fotos.
Esta es la Catedral de Nuestra Señora de Kazán. Fue muy bonito, porque fuimos a verla en domingo y había misa. Y las misas de allí son tan diferentes a las que nosotros conocemos, que resulta muy curioso y a la vez muy bonito. Las misas son cantadas, huele muchísimo a incienso, los sacerdotes son barbudos y van vestidos de dorado...
Mi mamá con la fortaleza de Pedro y Pablo al fondo. La fortaleza era el núcleo original de San Petersburgo, pero luego los zares decidieron empezar a construir sus palacios en la otra orilla.
Yo con el Hermitage al fondo. El edificio verde de la derecha es el Palacio de Invierno, y el que se ve (un poco) a la izquierda es el palacio que la zarina Catalina la Grande mandó construir para guardar su colección de arte.
Esta es la plaza del Palacio de Invierno. La foto está tomada desde una de las salas de lo que hoy es el museo del Hermitage. En el centro, la columna de Alejandro.
La catedral de San Isaac.
Así es el centro de San Petersburgo: canales anchísimos y fachadas neoclásicas pintadas en colores pastel.
Algunas fotos de San Petersburgo al anochecer. Por cierto, que empezaba a oscurecer a las once (de la noche, evidentemente). Era increíble.
Y por último, como gran patriota española que soy, dos muestras de hasta qué punto la cultura española va más allá de nuestras fronteras:
Fue divertido porque llegamos en medio de lo que debía de ser las fiestas del pueblo, porque nos encontramos con un desfile de muñecos hinchables enormes y de gente disfrazada.
Aquí tenéis una ballena con el palacio de Peterhof al fondo:
Lo más bonito de Peterhof, aparte de los jardines, es que da al mar, y leímos que en los días claros se ve Finlandia. Nosotras no tuvimos esa suerte, pero aún así era muy bonito:
Vista de los jardines con palacete:
Y para acabar, otra iglesia-merengue. No estaba en Peterhof, pero sí en el pueblo que está al lado, y era también preciosa.
Bueno, pues ese fue nuestro viaje a Rusia.
Espero que os haya gustado.